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domingo, 4 de abril de 2010

las cosas pequeñas.


Metida en el mar hasta casi rozar la cadera, con su mejor vestido empapado. Allí estaba, Roxanne, su melena ondeaba al viento y le dejaba al descubierto al cara, las lágrimas salpicaban el agua como si de música se tratase. Estaba preocupada, enfadada, decepcionada, dolida... esperaba que esta vez hubiese sido diferente, hubiese pagado lo que fuera por que él estuviera ahi.

¿Dónde se había metido? Llevaba ya cinco días sobreviviendo sólo con su voz, extrañándole, hechandole en falta a mi lado, soportando las ráfagas de olor que desprendía la camiseta con la que dormía, faltandome él, la razón por la que estaba ahi, y no había venido. Tengo miedo de que se haya cansado de mi, de que ya no sienta lo mismo.
Entonces me giré, y ahi estaba él, como dijo que haría, había llegado tarde, pero había venido; entonces comprendí que las preocupaciones autoinflingidas no sirven de nada, porque son equíbocas.

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