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jueves, 18 de febrero de 2010

dime cómo eres.


Se despertó de un salto, pero ahí estaba él.
Sólo había sido una pesadilla horrible, no pasaba nada, todo estaba como debía. Él se despertó entonces, y la miro, con esos ojos, con esa mirada tan típica suya. Sonrió, se acercó lentamente a ella y la rodeó con sus brazos.
Él, el chico de los ojos verdes, hacía que cada parte del cuerpo de Roxy se estremeciera con cada caricia, le hacía sentirse llena, completa, amada. No podía querer nada más. Era feliz tal y como era. Podía ser ella misma a su lado sin preocuparse por el qué dirán. Él era su “ángel”, él había conseguido lo que nadie antes pudo ni tan siquiera llegar a rozar. Era el paraíso hecho hombre, y ella por fin, por primera vez era completamente feliz.

En cuanto a Bryan, estaba empezando a sentir más cosas por ella de las que podía asimilar algunas veces; ni tan siquiera podía imaginar que nunca hubiese llegado a sentir algo así. De hecho, se agobiaba, creía que no era bueno en algunos momentos, pero luego, se daba cuenta de que nuca había estado mejor, lo tenía todo, qué más podía pedir. Nadie podría llegar a quererle ni una décima parte de lo que ella le amaba.
Eternamente cabezota, obstinado y necio, casi tanto como ella.

Y ahí estaban los dos, como quien pudiese decir “la pareja perfecta”, la envidia de muchos y el orgullo de ambos.

Roxanne Rowel, Roxy. Era una chica normal, como ella solía decir “del montón”; piel tersa y blanquecina, delgada y alta. No tenía mucho pecho, pero tenía una figura estilizada. Unos ojos verdes que a él le encantaban, eran sus ojazos, eran el espejo mismo de su alma, con una mirada lo decía todo; su nariz llena de pecas anaranjadas, al igual que el resto de su rostro; su boca pequeña pero de labios carnosos. Y su pelo negro azabache, largo que le sobrepasaba el pecho. Sus manos alargadas y sus piernas interminables. Tatuada y agujereada, como a ella le gustaba ser.
No era lo que se dice una belleza, nunca había llamado la atención en ese aspecto, pero él nunca dejaba de repetirle lo preciosa que era, lo maravillosamente hermosa que resultaba a sus ojos. Y ella, sinceramente aunque no se viese de tal modo, sabía que él no mentía, y que para él si que era así.
Desde que le conocía había vuelto a sonreir, a ilusionarse por la vida, a tener el brillo que sus ojos merecían.

Bryan Oconer, el chico de los ojos verdes, era, cómo decirlo, prácticamente simétrico, tenía una belleza peculiar, no entraba exactamente dentro de un canon; no era el típico guaperas que se lo tiene tan creído que su ego se eleva por encima de su cabeza, si no todo lo contrario, era guapo como el que más, pero era humilde, sabía jugar sus bazas. Alto, de complexión delgada, pero no en exceso. Su rostro prácticamente simétrico, casi perfecto, su pelo moreno con mechones rubio platino corto y despuntado, sus ojos verdes y miel, que eran la perdición de Roxanne cuando los miraba; sus pómulos poco marcados que daban una expresión dulce a su rostro; labios carnosos que en cuanto tenías oportunidad solo querías morderlos, su sonrisa perfectamente dulce. Sus hombros de la anchura perfecta, su brazos, sus manos…
Tampoco él se consideraba perfecto.

Pero en el momento que los veías, sabías que había nacido para esta juntos. El resultado de la suma de ambos era perfecto. Eran una suma de factores y características similares que encajaban a la perfección. Resultaban agradables a la vista cuando estaban juntos. Cada uno era la mitad de su naranja y se complementaban a la perfección.

1 comentario:

  1. Sólo con ver la foto me he enamorado del expléndido texto que has escrito.
    Me ha gustado mucho, es genial.

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